Cualquier analista puede comprobar que los progresos en un tratamiento analítico son, en parte, el correlato de que las exigencias de la conciencia moral del sujeto vayan perdiendo su consistencia. ¿Pero cuál es el límite de este proceso? ¿Acaso la meta esperable debiera ser que el analizante se libre totalmente de la voz de su conciencia moral que amordaza la realización de sus deseos? ¿O habría que aceptar que un cierto grado de sometimiento al superyó es necesario para conservar su adaptabilidad a los requerimientos sociales? Freud no pudo evitar estas preguntas advertido de que el camino del análisis transita en dirección opuesta al que demanda el “deber ser”.
Norberto Rabinovich Blog