Publicación original: Rev. Imago Agenda N° 48
La incidencia del superyó en el tratamiento analítico, al decir de un Freud ya muy curtido por los sinsabores de su experiencia, representa el mayor obstáculo al logro de los objetivos terapéuticos. Leemos en Inhibición Síntoma y Angustia que la culpa y la necesidad de castigo, dos de las principales consecuencias de la demanda superyoica desafían todo movimiento hacia el éxito y por lo tanto toda curación por medio del análisis. Freud advirtió que algo en el analizante resiste para quedar liberado del padecimiento y se esfuerza por permanecer castigado en la celda de la neurosis como si necesitara seguir pagando indefinidamente sus culpas. Hay en esto, entendió Freud, una razón de estructura, un obstáculo interno a la relación del sujeto con el cumplimiento de sus deseos. En una reflexión sobre este fenómeno, Freud escribió a su amigo Romain Rolland lo siguiente: Parecería que lo esencial del éxito consistiera en llegar más lejos que el propio padre y que tratar de superar al padre fuese aún algo prohibido (“Un trastorno de la memoria en Acrópolis”). El “padre” en cuestión, es el superyó.