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La letra y la verdad

Posiciones del sujeto ante la ley del inconciente

 

El Nombre del Padre y la clave de la verdad

El Nombre del Padre es uno de los conceptos más originales e importantes introducidos por Lacan en la teoría psicoanalítica. Incorporó un fundamento diferente al elaborado por Freud acerca de la función del padre como soporte de la ley en el ser hablante. No obstante, la articulación del Nombre del Padre y la ley incluye resortes mucho más complejos y contradictorios que aquellos que figuran en las versiones de sus discípulos.

Al respecto puedo evocar el insólito acontecimiento por el cual Lacan decidió interrumpir el seminario del año 1963, que pensaba destinar enteramente a la cuestión del Nombre del Padre (articulado en esa ocasión a los textos bíblicos). Después de su primera clase, se desencadenó en la institución psicoanalítica a la que pertenecía un alboroto mucho mayor que el que venía provocando desde antes con su enseñanza. Fue objeto de acusaciones de todo tipo, no sólo por parte de sus adversarios sino también de algunos discípulos y analizantes. Finalmente, las autoridades de la Internacional decidieron expulsarlo de la lista de analistas didácticos. Poco después renunció a la institución oficial y fundó la École Freudienne de Paris. Sin embargo, prometió no volver a abrir el tema del Nombre del Padre esgrimiendo, entre otras razones, que el auditorio psicoanalítico no estaba preparado para soportarlo.

¿A que aludía? ¿Donde residía el peligro en lo que tenía para decir? Aun sin estar seguros de las verdaderas razones por las que adoptó la extraña decisión de autocensurarse, lo que no ofrece ninguna duda es que el tema despierta, tal vez, las más poderosas resistencias en el psicoanálisis. No deja de sorprender que sea precisamente una conceptualización acerca de la función de la ley la que pueda generar tales resistencias. Freud había entendido que la fuente de las resistencias al psicoanálisis era su descubrimiento de la sexualidad infantil; pero en cuanto a la perspectiva freudiana de la función paterna, cuya piedra angular es precisamente acotar el goce de las pulsiones sexuales infantiles… ¿en qué podría afectar a las almas bellas?

¿No estamos en condiciones de deducir que con el Nombre del Padre, Lacan estaba articulando un modo de fundamentar la función de la ley ajeno al pensamiento freudiano e inmensamente más subversivo de lo que parece sugerir, dado que con la expresión el Nombre del Padre indudablemente evoca o invoca al Dios Padre? En efecto, desde el comienzo de su enseñanza Lacan sitúo el campo donde se aloja el soporte fundamental de la función paterna en los seres hablantes, de una manera completamente diferente a todo lo dicho hasta ese momento en el psicoanálisis: El fin del complejo de Edipo es correlativo a la instauración de la ley como reprimida en el inconsciente, pero permanente. Jacques Lacan, El seminario 4: La relación de objeto, Buenos Aires, Paidós, 1994, p.213.

Llamativamente, una afirmación como esta, que pone “patitas para arriba” todo el ordenamiento lógico de los conceptos freudianos, fue desoída. Si la instancia moral es lo que resulta de la incorporación de la voluntad del padre a nivel del sujeto, ¿cómo puede ser que Lacan lo ponga del lado de lo reprimido?

Las elaboraciones hechas por la mayoría de sus discípulos acerca del Nombre del Padre reiteran fórmulas monótonas y contradictorias, con edulcoradas interpretaciones, como si no se tratara de otra cosa que de una versión más sofisticada del padre freudiano, gestor y sostén del superyó.

Precisamente a raíz del fuerte apego imaginario que ha tenido y sigue teniendo entre los psicoanalistas la concepción freudiana del padre y el poderoso obstáculo epistemológico que constituye frente a la novedad que conlleva la categoría del Nombre del Padre, me propongo abordarla por una vía menos enlodada.

Tomaré el camino de interrogar la relación del Nombre del Padre con la categoría de la verdad y voy a tomar como punto de partida un pasaje de “La ciencia y la verdad”, mencionado casi en los mismos términos en un par de seminarios de esa misma época, donde Lacan adelanta lo siguiente:

La clave [de la función del Nombre del Padre] es la de una definición
de la relación del sujeto con la verdad.


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