Lágrimas de lo real

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No llaman la atención las lágrimas en la cara de quien ha perdido un ser amado por muerte o abandono. Es comprensible el llanto impotente de quien es objeto de una violencia arbitraria o sufre una gran desilusión. Un intenso dolor de muelas también puede hacer llorar. Nada nos interroga cuando las lágrimas brotan a causa de una experiencia de sufrimiento evidente.

Pero hay otras lágrimas que, aun cuando nos parecen naturales, no resultan fácilmente explicables: son las que surgen en situaciones de intensa dicha. Lágrimas que aparecen, por ejemplo, en el momento de un reencuentro largamente esperado, o cuando alguna prolongada y penosa búsqueda se ve coronada con el éxito. Es habitual ver llorar a quien recibe emocionado la noticia de un embarazo, o a quien ve por primera vez al hijo recién nacido. Un orgasmo particularmente intenso, a veces, desencadena el llanto. La lista es extensa. Estas lágrimas se presentan, entonces, como signos de algún desgarro ignorado en el seno mismo de una profunda experiencia de satisfacción. Las llamaremos “lágrimas de lo real”.

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Un estudio sobre el goce

La paradoja del goce

Introducción

En lo que respecta al campo del goce, que lamentablemente no se llamará nunca –porque seguramente no voy a tener tiempo ni para esbozar su bases– que no se llamará nunca el campo lacaniano como yo hubiera anhelado…
J. Lacan

Las enigmáticas lágrimas del goce

No llaman la atención las lágrimas en la cara de quien ha perdido un ser amado por muerte o abandono. Es comprensible el llanto impotente de quien es objeto de una violencia arbitraria o sufre una gran desilusión. Un intenso dolor de muelas también puede hacer llorar. Nada nos interroga cuando las lágrimas brotan a causa de una experiencia de sufrimiento evidente.

Pero hay otras lágrimas que, aun cuando nos parecen naturales, no resultan fácilmente explicables: son las que surgen en situaciones de intensa dicha. Lágrimas que aparecen, por ejemplo, en el momento de un reencuentro largamente esperado, o cuando alguna prolongada y penosa búsqueda se ve coronada con el éxito. Es habitual ver llorar a quien recibe emocionado la noticia de un embarazo, o a quien ve por primera vez al hijo recién nacido. Un orgasmo particularmente intenso, a veces, desencadena el llanto. La lista es extensa. Estas lágrimas se presentan, entonces, como signos de algún desgarro ignorado en el seno mismo de una profunda experiencia de satisfacción. Las llamaremos “lágrimas de lo real”.

Las lágrimas de lo real constituyen una buena vía de entrada para nuestra interrogación, porque ponen de manifiesto la estructura bifronte (placer y sufrimiento) de aquello que Lacan ha definido y nombrado como “goce”. Constituye la meta final e ignorada en la búsqueda de satisfacción del ser hablante y, al mismo tiempo, se caracteriza por anunciarse bajo la forma de un oscuro peligro a la integridad del yo. 2. Jacques Lacan, El saber del psicoanalista. Seminario XVII bis (1971-1972).

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